UNA MIRADA AL KIOSKO

“Poco a poco se volvieron testigos de la historia de cada pueblo”.

Kiosko
Columnas
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“El kiosko de la música cerraba la rotonda. Las columnas que sostienen la cúpula, así como la barandilla, estaban estucadas y el sin número de focos incandescentes y farolillos japoneses quebraban sus luces sobre aquel conjunto que aparecía maravilloso” (El Xinantecátl, 19 de diciembre de 1897).

Seguramente varias y varios conocen un kiosco, ya sea de visita o en su localidad. En México son icónicos, se pueden encontrar en los principales parques de las ciudades y pueblos; ahí donde están, acude la gente en su vida cotidiana. Representan el uso común del espacio público.

Es tanto punto de reunión como escenario de conciertos para artistas locales. Otros más grandes, como el de la plaza principal en Oaxaca de Juárez, hasta cuentan con baños y tiendas en la parte inferior.

Como señala el historiador Rafael Antonio Ruiz Torres en su artículo Los kioscos de música y las bandas de viento en México durante el Porfiriato, el kiosco no siempre formó parte de nuestras plazas. De hecho, su historia empieza lejos de aquí, en tierras tan remotas como China y Turquía. Allá, hace siglos, surgieron las primeras estructuras pensadas para dar sombra y resguardar a quienes se reunían al aire libre. Con el tiempo, esta idea viajó a Europa y fue ahí donde los kioscos se transformaron en pequeños templos de la música y la convivencia en jardines y parques afines a los gustos de las aristocracias del Viejo Continente.

Pero fue hasta el siglo XIX cuando los kioscos tal como los conocemos empezaron a ser parte fundamental de la vida urbana y musical en Europa. Por ejemplo, en Francia, después de la Revolución, la música dejó de ser exclusiva de las élites y empezó a sonar en plazas y calles para los oídos de la ciudadanía moderna. En muchas ocasiones las piezas musicales eran interpretadas por bandas militares. Los kioscos, entonces, se convirtieron en escenario ideal para estos conciertos al aire libre.

Punto de encuentro

Con el paso de los años esta costumbre viajó hasta el continente americano. En México la tradición de reunirse en la plaza principal por ser un punto de relevancia para actividades vino desde el periodo virreinal, pero fue en el siglo XIXcuando se fue diversificando en función de disfrute para la vida cotidiana.

Los kioskos empezaron a ocupar un lugar central en las plazas y jardines de muchas ciudades y pueblos del actual territorio mexicano. Aquí el kiosco pronto se volvió sinónimo de modernidad y progreso, los estandartes del México porfirista.

Era la pieza central del parque, el lugar donde las bandas ofrecían serenatas en las tardes de domingo y donde las personas se reunían a escuchar música, a platicar o simplemente a disfrutar el ambiente. No importa si se trataba de un kiosco sencillo o uno adornado con columnas y techos de hierro: todos cumplían la misma función, la de reunir a la gente, demostrando una nueva mentalidad alrededor del espacio público y su uso.

Poco a poco el kiosco se volvió testigo de la historia de cada pueblo. Ha visto desfiles, celebraciones, amores que empiezan y otros que terminan, pero sobre todo ha sido el punto de encuentro de comunidades.

Tal vez no pensemos en toda la historia que cargan sobre sus columnas, aunque si nos detenemos un momento podemos imaginar los conciertos, los bailes, las historias y las voces que los han habitado a lo largo de los años.

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