Cuando se aproximaba el siglo XXI del calendario gregoriano y la humanidad se preparaba para despedir al XX, el periodista Antonio Polito le preguntó al historiador Eric Hobsbawm qué imagen elegiría como postal del siglo que quedaba atrás. Hobsbawm, fiel a su oficio, conocía la dificultad del ejercicio: los cambios que había vivido aquel “corto siglo XX” eran tantos, que una sola fotografía no le haría justicia. “No hay forma de escoger una sola persona, una sola figura, porque las diferencias y las desigualdades han sido y siguen siendo tan grandes, que es imposible ofrecer un símbolo que las trascienda,” respondió.
No obstante, decidido a hallar un denominador común, el historiador propuso una imagen vinculada a la maternidad: “Ahora bien, si insiste usted en buscar un símbolo del siglo XX yo propondría una madre con sus hijos”. Quizá Hobsbawm pensaba en la célebre fotografía Madre migrante (1936), de la estadunidense Dorothea Lange.
Lo cierto es que dio esa respuesta porque para él la experiencia de la maternidad representaba el elemento compartido que resistía dentro de la especie humana, sin importar la sociedad o el idioma. Él era, sin embargo, consciente de que los tiempos cambiaban, de que la velocidad aumentaba y de que la estructura “tradicional” del rol de la mujer en la familia se encontraba en transformación.
Han pasado ya más de 25 años desde aquella conversación y se ha consumido un cuarto de este siglo XXI. Si uno piensa en la idea de esa postal para los próximos 75 años, entonces la pregunta se torna aún más compleja de lo que fue en su momento para Hobsbawm. No está de más hacer el ejercicio con el tiempo que ha transcurrido. Una breve reflexión: ¿qué imagen podría definir al siglo XXI hasta ahora?
Fenómenos
La era actual está saturada de imágenes y noticias, muchísimas más que hace 25 años, y por eso la respuesta se complica. Sin duda habría más de una, pues han ocurrido sucesos que, incluso antes de concluir, se vuelven historizables: las Torres Gemelas, la crisis económica de 2008, la Primavera Árabe, la pandemia de Covid-19, el conflicto ruso-ucraniano y el genocidio en Gaza.
A ellos se suman procesos que no se explican por un acontecimiento singular. Se trata de fenómenos que se insertan tanto en la realidad como en la esfera de las percepciones y que cualquiera puede mencionar en una conversación con la certeza de ser comprendido. Entre ellos se hallan el ascenso de las extremas derechas, las fisuras en la hegemonía estadunidense, los nuevos movimientos migratorios en Occidente, el cambio climático y el rápido desarrollo tecnológico, por citar algunos.
Entonces, ¿qué imagen define a este cuarto de siglo? ¿Podría incluso ser la de una persona?
Circula en las redes una broma que consiste en contar cuántos meses lleva la administración de Donald Trump en el poder cada vez que el presidente toma una decisión política. Detrás de esa ocurrencia humorística se esconde una sensación de que sucede demasiado en muy poco tiempo. El lapso para procesar los acontecimientos parece devorado por un suceso tras otro. Así, el primer cuarto de siglo sugiere que aquella postal tendrá que resolverse, inevitablemente, en un collage.