SEGUIMOS TEMBLANDO

TEMBLOR
Columnas
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Si pudiésemos definir una fecha que ha marcado a los mexicanos con dolor y consternación, seguramente muchos estaríamos de acuerdo en que en el calendario se debe tachar con rojo el 19 de septiembre.

Todos los años conmemorado por los eventos sísmicos de 1985, 2017 y 2022, la coincidencia en la fecha pone la alerta para reforzar las medidas preventivas y de educación civil a efecto de estar preparados para un potencial nuevo evento.

Sin embargo, más allá del discurso y los lamentos debemos recapitular si es que en verdad estamos invirtiendo como país en materia de protección civil y prevención.

Ahí las respuestas, para mala fortuna, invariablemente se contaminan en la discusión política y terminan por perder el foco de atención sobre lo que verdaderamente tendría que interesar: ¿está preparado logística, financiera y anímicamente el país para enfrentar un sismo de gran magnitud? Las cifras e indicadores parecen señalar que no se hace lo suficiente para estar a la altura de un evento catastrófico; no existe la infraestructura para promover una cultura de prevención; no existe el equipamiento y fondos necesarios para una respuesta inmediata; y no se ha podido satisfacer la demanda de reconstrucción poseventos.

México es un país que, en razón de un sinfín de factores, ha sido azotado por diversos fenómenos naturales que han demandado la atención y apoyo gubernamental hasta el límite de sus capacidades. Tan solo en lo que hace al sismo del 19 de septiembre de 1985, conforme a las cifras oficiales, se perdieron más de seis mil vidas y los costos de la devastación rondaron los 70 mil millones de pesos. Como consecuencia de tal fatalidad en 1986 se creó el Sistema Nacional de Protección Civil, que en breve lapso se convirtió en el Centro Nacional de Prevención del Desastre. Uno de los cometidos más importantes de tal organismo ha sido a lo largo de los años contar con el Atlas Nacional de Riesgos, mapa que ilustra el camino de eventualidades a los que está expuesta nuestra nación. Para detallar la gran lógica de estudio de riesgos, además, se confieren facultades a los municipios para que en un círculo más estrecho y detallado puedan realizar los Atlas Municipales de Riesgos y así cerrar un cerco de prevención con mejor ruta y precisión. Sin embargo, conforme a un estudio reciente del Instituto Nacional para el Federalismo y Desarrollo Municipal se sabe que solo 22% de los municipios cuenta con tal documento y de ese porcentaje solo 44% se mantiene con Atlas actualizados.

Incertidumbre

Por otra parte, la tendencia presupuestal durante los últimos seis años ha sido de decremento a las capacidades financieras tanto para la operación del Centro Nacional, como para la extinción de fideicomisos como el Fonden. En la eventualidad de una tragedia de grandes dimensiones no hay partida etiquetada que pueda soportar la enorme necesidad que se tendría para destinar recursos suficientes a una atención integral.

Para tener a la vista las dimensiones de este cometido: tan solo en un espacio de dos años, entre 2020 y 2022, el gobierno federal destinó cerca de 65 mil millones para la atención de un cúmulo de poco más de mil 500 eventos de desastres. Si hacemos una sumatoria de los recursos que se han requerido en un espacio de cuatro décadas, aproximadamente desde el temblor de 1985, se han requerido alrededor de 960 mil millones de pesos conforme a los datos del Cenapred. Lo anterior solo en la implementación de medidas paliativas y de urgencia, sin tomar en cuenta los costos de reconstrucción pertinentes a los eventos catastróficos.

En México siempre debemos estar preparados. ¿Existe una posibilidad latente de nuevos eventos de gran magnitud? Por supuesto que sí, al igual que existe dicha posibilidad en todo el mundo.

Pero hay cuestiones que pueden reducir el número de fatalidades y costos. Por ejemplo, de las afectaciones por el sismo de 2017 aún existen inmuebles que no han sido reparados y en el peor de los casos hay por igual inmuebles con daños visibles que no han sido revisados en su integridad estructural. Tomar acciones inmediatas ante lo posible evitará que muchos sigan temblando en la incertidumbre.