TRAIDORES A LA PATRIA

“Lo verdaderamente trascendental es el impacto en el imaginario colectivo”.

Ignacio Anaya
Columnas
TRAIDORES A LA PATRIA MÉXICO

¿Quién traiciona a la patria? Es un ser inventado, pero no es un mero producto de la imaginación. Se trata de una estrategia retórica, una herramienta para hacer creer al pueblo, a la sociedad, que existe un enemigo compartido por la nación.

Lo más alarmante, según esta perspectiva, es que aquel antagonista se encuentra dentro del país, no es un extranjero, sino un traidor. Este individuo ha cometido el más grave de los pecados que puede perpetrar un ciudadano, un sujeto que aspira a los valores cívicos: traicionar a su madre patria.

¿Cómo la traicionó? La verdad es que aquí la situación se torna complicada. En mi opinión se trata de alguien con un proyecto diferente en materia política, social y económica. La historia está repleta de estos personajes, que proponían otros modelos políticos; algunos fueron derrotados, mientras que otros prevalecieron durante más tiempo, pero la narrativa nunca dejó escapar sus supuestas traiciones.

Aunque no lo quiera admitir el Estado necesita a sus “traidores”, ya que le ofrecen legitimación, se convierten en herramientas discursivas y justifican el empleo de medidas autoritarias.

En 1915 el periódico El Pueblo tildaba de traidores a la patria a todo revolucionario ajeno al constitucionalismo, justificando su fusilamiento: “Y si los revolucionarios han caído al golpe de la justicia, justo es que caigan los verdaderos pícaros, los bribones, los traidores a la patria, que son los auténticos reos de muerte ante el tribunal que ha levantado la República, para castigar a sus malos hijos (…) ya que como reos de lesa patria, deben caer y caerán, porque la ley de Juárez, del 25 de enero de 1862, ha segado la vida de numerosos revolucionarios”. ¿Cómo se justifica el asesinato de los adversarios políticos? He aquí una posible respuesta.

Criterios

Sin embargo, no es necesario remontarse tanto en el pasado; es bien sabido que aún se utiliza esta categoría para calificar a ciertos actores políticos. En 2001 el entonces gobernador de Querétaro, Loyola Vera, tachó de traidores de la patria a los integrantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) cuando organizaron una caravana para recorrer el país. Incluso llegó a justificar la pena de muerte en su contra.

Esto no significa que no haya habido traidores; por supuesto que los hubo y los hay, personas que abandonaron sus posturas, ideales, responsabilidades o deberes. Por ejemplo, un presidente o gobernador que antepuso sus propios intereses o los de terceros a los de la nación.

¿Pero quién determina quién es un traidor? ¿Bajo qué criterios se establece la lealtad o deslealtad a la patria? Estas interrogantes quedan sin respuesta, porque en realidad no importan: lo verdaderamente trascendental es el impacto que tiene el uso de esta categoría en el imaginario colectivo, en la percepción de la ciudadanía sobre determinados actores políticos o sociales. Al fin y al cabo, ¿no es más traidor aquel que abusa del poder para beneficio propio, aquel que pisotea los derechos humanos en pos de sus intereses? Esa es la auténtica traición, la que debería ser condenada y castigada, no la de quienes se atreven a pensar diferente y a cuestionar el sistema.

En México, con una historia marcada por la inestabilidad política y las encarnizadas luchas por el poder, la figura del traidor ha sido una constante. Siempre hay alguien señalado: el enemigo de la nación.