EL VERDADERO PROPÓSITO DEL EMPRESARIO

“Una mejora continua de los bienes y servicios ofertados en el mercado”.

Elektra Ricardo Salinas Pliego
Columnas
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Se habla mucho sobre cuál es el verdadero propósito de un empresario y existen diferentes visiones, pero creo que mi punto de vista es mejor porque soy un empresario exitoso y he estudiado mucho al respecto para poder serlo y aplicarlo a mis empresas.

La inmensa mayoría de las personas piensa que al empresario lo único que le interesa es ganar dinero. Algunos otros dicen que su interés es el beneficio social, tener una mejor comunidad, país o mundo. Otros piensan que su propósito es crear empleos y pagar impuestos.

Todos estos puntos de vista son falsos o verdades a medias.

Bienestar de todos

Para mí, el propósito del empresario se puede resumir de la siguiente manera:

  • Tengo sueños, aspiraciones y propósitos en mi vida, pero para lograrlos necesito tener dinero.
  • Para ganar ese dinero que necesito —sin ser criminal y despojar de sus propiedades a los demás—, necesito intercambiar algo que yo tengo por algo que tienen los demás. Es decir, tengo que trabajar para el prójimo.
  • El empresario que le resuelve la vida al prójimo gana dinero porque sus clientes se lo entregan de manera voluntaria y de buena gana, porque lo que ofrece les resulta la mejor opción disponible en el momento y en el lugar en que se encuentran.

Y es así como el empresario puede satisfacer sus necesidades propias. Es el intercambio pacífico y creativo entre personas lo que genera la riqueza del empresario y el bienestar de todos sus clientes.

Motivaciones

Visto a mayor detalle, las cosas son así:

  • La motivación principal del empresario es satisfacer sus propias necesidades y proyectos.
  • Para eso necesita adquirir recursos, o sea, dinero.
  • Para conseguir ese dinero tiene que anticipar las necesidades presentes y futuras de los clientes potenciales.

Entonces el empresario decide invertir tiempo, dinero, esfuerzo, contratar personas, pagarle derecho de piso al poder y, en general, tomar toda clase de riesgos para lograr este propósito.

Costos

Tomar riesgos es la característica única que define al empresario. Y eso es precisamente lo que no comprenden los marxistas que proponen la teoría del valor del trabajo. Los trabajadores del empresario no toman riesgos, están perfectamente seguros de que cobrarán por su trabajo a través de la nómina.

  • Por el contrario, el empresario no tiene certeza de nada. El costo del empleo es simplemente un costo más de su proyecto para poder satisfacer las necesidades de sus clientes. Lo mismo ocurre con los impuestos y el derecho de piso que se paga al poder: son un costo más de su proyecto de satisfacer las necesidades de sus clientes.
  • El bien común es una consecuencia de que su proyecto haya tenido éxito y haya logrado satisfacer las necesidades de sus clientes.

Prosperidad

Por eso, para tener una sociedad próspera donde los clientes tengan acceso a todo tipo de satisfactores, es necesario un entorno de gran libertad que permita la acción creativa e innovadora de los empresarios, quienes producen novedosos bienes y servicios y que, en el proceso, generan un ambiente de competencia constante que a su vez genera una mejora continua de los bienes y servicios ofertados en el mercado. Es así como se llega a la prosperidad para todos.

Este proceso que describo es totalmente natural y ocurre de manera espontánea, sin necesidad alguna de planeación central. Al contrario, es precisamente la intervención innecesaria y perjudicial de los gobiernos la principal causa que interrumpe este proceso creativo natural.

La intervención negativa y contraproducente del gobierno, como por ejemplo las licencias de uso de suelo, los permisos para operar, los monopolios del Estado, los pagos al Seguro Social, los altos salarios mínimos, el límite a las horas de trabajo, las licencias sanitarias, los límites a la comunicación y todos estos tipos de leyes, son los que impiden la creación y operación de las empresas que satisfacen las necesidades de la población.

Por otra parte, el Estado y los gobiernícolas son muy malos empresarios, precisamente porque jamás corren riesgos.

Disponen del tiempo y el capital recaudado de los impuestos como si fueran propios, pero, cuando fracasa el proyecto, ¡no pierden nada suyo!

Si queremos un futuro de prosperidad para todos, es indispensable dejar que los empresarios hagan lo que les conviene y saben hacer: crear prosperidad para todos.

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