Es inusitado que un presidente tenga a la mitad de su sexenio un nivel de popularidad tan bajo como el de Enrique Peña Nieto. Consulta Mitofsky registró en agosto en su encuesta trimestral una aprobación del gobierno de 39% y una desaprobación de 61 por ciento. El mandatario empezó su sexenio con una aprobación de 54% y en agosto de 2013 tenía 56%. A partir de entonces ha habido un deterioro.
La declinación no solo afecta al actual presidente. Ha habido una baja gradual en la popularidad presidencial en los últimos sexenios. También ha bajado la popularidad de otras figuras de autoridad, como gobernadores o presidentes municipales.
“La caída en la aprobación hacia los gobernantes es general en los tres niveles de autoridad. La aprobación promedio a los gobernadores ha pasado de niveles de 70% en 2007-2009 a 60% en 2010-2013 y ahora 45% en 2015, cayendo en promedio 26 puntos porcentuales en cinco años”, señala Consulta Mitofsky.
Estamos viviendo un tiempo de cuestionamiento a mandatarios e instituciones no solo en México sino en muchos lugares del mundo. La aprobación de la presidenta brasileña Dilma Rousseff se encontraba en agosto en apenas 8%. La de Michelle Bachelet es de 20% en este mes de septiembre.
No son tiempos fáciles para los políticos, que no tienen ya control sobre los medios tradicionales de comunicación y reciben en cambio críticas constantes en redes sociales.
Repercusiones
Si bien el presidente Peña Nieto tuvo un buen resultado electoral el pasado 7 de junio y alcanzó casi una mayoría absoluta en la nueva Cámara de Diputados con los legisladores del PRI y el Partido Verde, hoy hace esfuerzos para mejorar su imagen.
Ante la preocupación por los temas de corrupción ha impulsado un Sistema Nacional Anticorrupción, y en la ceremonia del grito de Independencia decidió cancelar la cena, que podría ser considerada como un acto de dispendio. El presidente también ha fortalecido sus acciones en redes sociales y ha hecho transmisiones en directo de sus actividades a través del sistema de Periscope.
El caso Iguala de septiembre de 2014 le ha hecho un daño particularmente severo al presidente, a pesar de que no hay ningún indicio de que el gobierno federal haya tenido alguna participación. Tanto el gobierno municipal de Iguala como el estatal de Guerrero eran encabezados por perredistas. Pero el movimiento de Ayotzinapa ha tenido éxito en su campaña de culpar al gobierno federal.
Otra noticia que tuvo repercusiones negativas fue la fuga del Chapo Guzmán.
Las casas de la esposa del presidente en Las Lomas y la suya propia en Ixtapan de la Sal, adquiridas de contratistas, han tenido también un costo importante a pesar de la exoneración de la Secretaría de la Función Pública por un supuesto conflicto de interés.
Las encuestas no lo muestran, pero la falta de crecimiento de la economía es otro elemento que está incidiendo sobre el ánimo de la población. Mientras la economía siga creciendo apenas 2% al año será difícil generar una actitud positiva. El gran reto del presidente será, por lo tanto, aumentar el ritmo de crecimiento económico a pesar de la caída en los precios del petróleo y la decisión de mantener finanzas públicas sanas.
No será fácil, pero el gobierno tiene que lograrlo si quiere generar un ambiente de trabajo más propicio.