Vida de rockstar

El cineasta y periodista norteamericano Peter Neal recopiló diarios y entrevistas del músico para articularlos de manera narrativa.

Jimi Hendrix
Foto: Bernd Sauer-Diete/Creative Commons
Redacción
Todo menos politica
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Por: Federico González

Hay cierto matiz épico en la vida de los iconos de la cultura popular. Cuando son ellos mismos quienes dan cuentan de su biografía, la curva dramática se abre aún más.

Sin ser en estricto rigor una autobiografía, Empezar de cero es un acercamiento a la personalidad de una de las figuras seminales del rock, Jimi Hendrix (Seattle, 1942-1970).

El cineasta y periodista norteamericano Peter Neal, casi con oficio cinematográfico, recopiló diarios y entrevistas del músico para articularlos de manera narrativa, a fin de contar su paso por el mundo en sus propias palabras.

El resultado del ejercicio es eficaz y en cierto punto transparente. Hendrix habla sobre sus orígenes. Creció dentro de una familia dividida. Durante años fue una bala perdida, acostumbrado a tener problemas con la policía y sin demasiadas expectativas. El blues amplió sus horizontes y se convirtió en una de sus principales influencias.

Apenas su padre le regaló su primera guitarra, descubrió en el instrumento su principal herramienta para comunicarse.

Antes de ser una estrella pasó por el ejército; durmió en la calle; trabajó para otras leyendas, como Little Richards; vivió de prestado; mal comió; eran días donde el racismo aun era álgido.

Hasta aquí el relato se torna informativo, pero plano. Sin dudar de la certeza de las declaraciones del propio Hendrix es evidente una intención por vestir de épica su historia.

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En el camino

La cosa mejora a partir de su descubrimiento por Chas Chandler, integrante de The Animals, quien lo llevó a Inglaterra para presentarlo ante colegas como Eric Clapton. De hecho, Hendrix cuenta que fue con Cream su primera colaboración con músicos británicos.

Ahí es donde con sus compañeros Mitch Michaell y Noel Redding dio vida a la legendaria The Jimi Hendrix Experience. Es a partir de entonces cuando leemos a un Hendrix más naif. Dubitativo respecto de su tardío impacto en Estados Unidos, demasiado ingenuo en cuestiones políticas y el poder reformador del arte, pero inquieto hasta la médula en lo que a su búsqueda musical se refiere. Nunca quiso hacer cosas convencionales y siempre indagó por sonoridades nuevas.

Entre el mote de Elvis negro hasta ser considerado el mejor guitarrista del mundo, Hendrix terminó por ser víctima de sí mismo y de la industria. Tan genial como contradictorio, hacia el final de sus días se mantuvo en una búsqueda que no siempre lo llevó a los puertos más acertados. Si en principio incendiaba sus guitarras como ejemplar catarsis escénica, después renegó del numerito creado por el mismo. Su testimonio es el vivo reflejo de un hombre genial dentro de una industria hambrienta por devorar a los mejores exponentes generados por el rock.

A Hendrix le tocó vivir una década de sueños revolucionarios; al final se quedó en el camino, tal vez frustrado, porque sabía que muchos de esos sueños eran inconseguibles.

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